Sindicalismo

Un sketch de Jean-Pierre Martinez

Un personaje está tomando una copa en una mesa. Otro personaje llega.
Uno – Hola. ¿Estás solo?
Dos – Al parecer, somos los primeros.
Uno – No sé si vendrá mucha gente. Te confieso que yo mismo dudé un poco en venir.
Dos – Es la primera reunión. Quizás no lograron avisar a todos a tiempo.
Uno – Espero que la policía no haya sido informada.
Dos – No te falta razón… Un Sindicato de Asesinos a Sueldo… No sé si es una buena idea.
Uno – Es cierto que, juntos, seríamos más fuertes para defender nuestros intereses, pero…
Dos – ¿Qué intereses?
Uno – Por ejemplo, armonizar nuestras tarifas. Así evitamos hacer competencia desleal entre nosotros rebajando los precios.
Dos – Sí… Pero tampoco queremos que nos acusen de colusión ilegal.
Uno – ¿Ilegal?
Dos – Tienes razón. En ese sentido… ya trabajamos en la ilegalidad.
Uno – Como las prostitutas.
Dos – Ellas, creo que consiguieron que las afiliaran a la Seguridad Social y cotizan para la jubilación.
Uno – ¿Crees que algún día nuestro oficio podría ser reconocido por el Estado?
Dos – ¿Y por qué no también de utilidad pública? Al fin y al cabo… El crimen siempre ha existido. Siempre existirá.
Uno – Es incluso el oficio más antiguo del mundo. Más antiguo que la prostitución.
Dos – Es cierto. ¿Alguien hacía la calle cuando Caín mató a Abel?
Uno – Debería haber contratado a un profesional, le habría evitado muchos problemas.
Dos – Matar es un oficio, así que, ¿por qué no regular nuestra actividad mediante leyes?
Uno – Sí… Pero nos dirán que no es democrático. Que solo los ricos pueden permitirse matar a los que les molestan.
Dos – A menos que esté cubierto por la Seguridad Social.
Uno – ¿Por la Seguridad Social, dices?
Dos – No sé…
Pausa.
Uno – Y, bueno, ¿cómo van los negocios?
Dos – Un poco parados en este momento.
Uno – ¿Cuál fue tu último encargo?
Dos – Una mujer que no tenía el valor de suicidarse. Quería que yo me encargara.
Uno – Eso es fácil. Al menos nadie vendrá a quejarse.
Dos – Pues no te creas. A última hora, cambió de opinión. Como tenía un bono, me pidió que matara a su marido en su lugar. Ahora parece que le va mejor… (Pausa.) ¿Y tú?
Uno – Tenía que acabar con una anciana. El tipo había comprado su casa en renta vitalicia y ella ya tenía cien años.
Dos – Mala suerte… Pero es en casos como esos cuando nuestra profesión tiene una verdadera utilidad social.
Uno – Justo después de firmar el contrato para ayudarla a morir con dignidad, murió haciendo puenting.
Dos – ¿Haciendo puenting?
Uno – Sus nietos le regalaron eso para su cumpleaños número cien.
Dos – Y la cuerda se rompió…
Uno – No. Fue el corazón el que falló.
Dos – Vaya, qué pena.
Uno – Así que el cliente quiso que le devolviera el dinero.
Dos – ¿Y qué hiciste?
Uno – Un contrato es un contrato.
Dos – Al fin y al cabo, está muerta.
Uno – No quiso entenderlo. En lugar de matar a la vieja, tuve que deshacerme del cliente.
Dos – Matar a los clientes no es bueno para los negocios.
Uno – Por eso, en estos casos, un sindicato para resolver disputas comerciales…
Pausa. Se oye una sirena de policía.
Dos – Ah, creo que finalmente no estaremos solos…
Negro.


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Sketch extraído de la recopilación Asesinos de bromas
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Asesinos de bromas

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https://jeanpierremartinez.net

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