Oración funesta

Un sketch de Jean-Pierre Martinez

Un hombre (o una mujer) se recoge ante un ataúd abierto. Otro (u otra) llega. Un jarrón con flores sobre un velador.
Dos – Hola, buenos días… (Vacilante) ¿Me reconoces…?
El otro no parece reconocerle.
Dos – Rafael…
Uno – Ah, sí, por supuesto… Hace tanto tiempo…
Dos – Vine en cuanto me enteré.
Uno – Sí. Yo también…
Dos – No le había vuelto a ver desde el colegio. No sé si le hubiera reconocido. Ha cambiado, ¿no?
Uno – Sí. Está muerto…
Dos – Fue un profesor inolvidable, ¿verdad ?
Uno – Han pasado más de treinta años, y todavía le recordamos.
Dos – Hay profesores así, que te marcan con su impronta de por vida.
Uno – Es cierto…
Dos – No estoy seguro que, sin él, todavía me acordara de memoria de mis declinaciones alemanas.
Uno – Era un excelente pedagogo…
Dos – Mmm… Algo severo quizás…
Uno – Adolfo…
Dos – El Fürher, como le llamábamos.
Uno – Lo decíamos en broma…
Dos – Los chicos son crueles, a veces… Era sólo para divertirse un poco…
Uno – Seguro que él no nos daba muchas ocasiones para reírse…
Dos – ¿Te acuerdas de cuando casi te rompió un dedo con su regla porque te había sorprendido metiéndotelo en la nariz?
Uno – Y que lo digas… (Enseñándole su mano) Mira, todavía se puede ver la cicatriz… Y tú, cuando dejó colgado en el perchero durante toda la hora de clase porque habías confundido el dativo con el genitivo…
Dos – Mira, me ha quedado una marca roja alrededor del cuello…
Uno – Es lo que tu decías: hay profesores que te marcan con su impronta de por vida…
Dos – Verle así tendido aquí dentro, con su bigotito… Treinta años después…
Uno – Sí… Yo tampoco, me lo habría perdido por nada del mundo… Ahora vivo en París. ¿Y tú?
Dos – En Los Ángeles.
Uno – Así que tú tampoco tendrás muchas oportunidades de sacar provecho de tu perfecto conocimientos de las declinaciones alemanas… (Suspiros) Bueno… Todo eso era hace mucho tiempo.
Dos – Sí. Era otra época…
Uno – Tampoco vamos a cabrearle, ya que no está aquí para defenderse.
Dos – Tienes razón… Que en paz descanse.
Permanecen un momento en silencio, mirando fijamente hacia el interior del ataúd, con recogimiento.
Uno – ¿No tenía los ojos cerrados cuando hemos llegado…?
Dos – No sé… Sí, es posible… Me parece que sí…
Uno – Tengo la sensación de que nos está mirando…
Dos – Con la misma mirada aviesa de antes…
Uno – Y si no estuviera realmente muerto…
El otro coge el jarrón, le quita las flores, y asesta un golpe en el cráneo del muerto. Luego repone las flores en el jarrón y el jarrón en el velador.
Dos – Bien. Ahora sí que está muerto.
Uno – Que descanse en paz (Después de un momento) No creo que tengamos problemas ¿no?
Dos – No podíamos arriesgarnos a que fuera incinerado vivo.
Uno – Tienes razón. Es el último favor que podíamos hacerle…
Se disponen a irse.
Dos – No le gustaban mucho los judíos, si no recuerdo mal.
Uno – Quieres decir que era totalmente antisemita… (Se van) Y por otra parte… ¿has vuelto a ver otra gente del colegio ?
Oscuro.


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Sketch extraído de la recopilación Muertos de la risa
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Muertos de la risa

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https://jeanpierremartinez.net

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