Un sketch de Jean-Pierre Martinez
El dueño está detrás del mostrador. El hombre (o la mujer) llega distraído/a.
Dueño – ¿Qué le sirvo?
La otra persona – No sé… Lo que quiera…
Dueño – ¿Lo que yo quiera? ¿Está seguro/a?
La otra persona – En el punto en el que estoy… ¿Qué riesgo corro? Sorpréndame…
Dueño – Entonces le sirvo un Licor de las Carmelitas Descalzas. Tiene el rostro pálido, le hará bien.
Prepara la bebida.
La otra persona – ¿Un Licor de las Carmelitas Descalzas? Ni siquiera sabía que existiera?
Dueño – Le confieso que no lo vendo muy a menudo… y no tengo intención de volver a pedirlo.
La otra persona – Suponiendo que todavía hayan Carmelitas Descalzas para fabricarla. No habrá pasado la fecha de caducidad, ¿verdad?
Dueño – Me dijo «lo que quiera», ¡hay que decidirse! ¿Entonces lo toma o no?
La otra persona – Si puedo ayudarle a liquidar su inventario…
El dueño le sirve el licor.
Dueño – No parece estar muy bien…
La otra persona – No… Estoy buscando un corazón disponible.
Dueño – Todos estamos en eso, ¿sabe? A partir de cierta edad… hay más demandas que ofertas.
La otra persona – No sabe lo cierto que está.
Dueño – ¿Es viudo/a?
La otra persona – Pronto lo será mi esposa/o… si no encuentro rápidamente a alguien que me done su corazón.
Dueño – No estoy seguro de entenderle…
La otra persona – Acabo de salir del hospital. Estoy esperando un trasplante. Por ahora, no hay donante.
Dueño – ¿Un donante? Ah sí…
La otra persona – Por supuesto, no se dona el corazón como se dona sangre. El donante tiene que estar muerto y todas las condiciones deben cumplirse.
Dueño – Lo entiendo…
La otra persona – Que el donante sea joven, por lo tanto, más probablemente muerto en un accidente. Que el corazón esté en buen estado. Que la familia esté de acuerdo.
Se prepara para beber.
Dueño – ¿Está seguro/a de que quiere beber eso?
La otra persona – Hay que morir de algo…
Prueba el licor y hace una mueca.
Dueño – ¿Y bien?
La otra persona – Sí, es mejor tener un corazón fuerte… ¿Usted nunca lo ha probado?
Dueño – Estaba esperando ver el efecto que tenía en un conejillo de indias.
La otra persona – Si todavía estoy vivo mañana por la mañana, vendré a decírselo.
Dueño – Si lo hubiera sabido, le habría servido otra cosa. Debería haberme dicho, ahora me voy a preocupar.
La otra persona – Me pregunto si no sería más fácil así. Ya veo mi foto en la sección de noticias: desesperado/a por no encontrar un corazón compatible con el suyo, pone fin a su vida al ingerir un Licor de las Carmelitas Descalzas caducado desde… (Mirando la etiqueta de la botella vacía) ¡1984!
Dueño – Vaya, eso sí que es mucho tiempo… Aunque, hay que reconocer que estamos ante un gran añada… Venga, no hay que perder la esperanza. Un accidente puede suceder rápidamente.
La otra persona – ¿Un accidente?
Dueño – ¡Para su donante! La calle de enfrente es muy peligrosa. Con todos esos camiones. Hay un proyecto de rotonda, pero bueno… Casi todos los meses alguien es atropellado en el paso de peatones. Y como el hospital está justo al frente…
La otra persona – Gracias… Me ha levantado un poco el ánimo hablar con usted.
Dueño – Así es la vida… La rueda gira… La desgracia de unos…
La otra persona – Creo que al final no voy a terminar esto. ¿Cuánto le debo?
Dueño – Es por mi cuenta. ¿Quiere tomar algo más? Para quitar el sabor del licor…
La otra persona – Gracias, está bien.
Dueño – Bueno, hasta la próxima…
La otra persona – ¿Quién sabe?
Se levanta para irse.
Dueño – Tenga cuidado al cruzar la calle.
Sale. El dueño toma la taza y huele el aroma que sale de ella. Arruga la nariz con expresión de disgusto.
Dueño – Ah sí, definitivamente…
Se escucha el sonido de frenos seguido de un estruendo de chapas abolladas. Levanta la cabeza y mira hacia la cuarta pared, representando la ventana del café que da a la calle.
Dueño – Ah sí, definitivamente…
Negro.
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Sketch extraído de la recopilación A corazón abierto
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