Un sketch de Jean-Pierre Martinez
Un personaje está allí, vestido de la forma más discreta posible (con un impermeable y gafas oscuras, por ejemplo). Llega un segundo personaje, con estilo muy tradicional. Vacila un poco antes de dirigirse al primero.
Dos – Buenos días, soy…
Uno – No tan rápido… ¿Tiene la frase clave?
Dos – Ah, sí… Es verdad… La frase clave… ¿Qué era…? Se me olvida un poco, ya sabe… Y como me dijo que bajo ningún concepto la anotara en papel. Así que déjeme recordar… ¡Ya está! Una pera al día mantiene al médico alejado…
Uno – Siempre y cuando se apunte bien.
Dos – Eso lo dijo Churchill, ¿verdad? Espero que como él, usted no me proponga solo sangre y lágrimas.
Uno – En realidad… No es una pera, es una manzana, pero bueno… Tampoco hay que ser demasiado rígido.
Dos – Una manzana, claro… No sé por qué dije pera… Debo haber pensado en… una pera de lavativa.
Uno – ¿Una pera de lavativa?
Dos – El médico, la pera de lavativa…
Uno – Muy bien… ¿Y entonces…?
El otro le extiende la mano para presentarse.
Dos – Alex Riviera. Gracias por recibirme…
Uno – Dani Belmonte, de la Agencia de Detectives Belmonte y Belmonte.
Dos – Señor Belmonte…
Uno – Por supuesto, ese no es mi verdadero apellido.
Dos – Por supuesto.
Uno – Puede llamarme BB.
Dos – ¿BB?
Uno – ¡BB! Belmonte y Belmonte…
Dos – Claro.
Uno – ¿Está seguro de que nadie le ha seguido?
Dos – He cambiado de taxi tres veces para venir aquí, como usted me indicó. Y dejé mi móvil en casa para no ser localizado por GPS.
Uno – Muy bien, entonces le escucho.
Dos – No es fácil de decir, ya sabe… A mi edad, nunca pensé que llegaría a esto algún día…
Uno – No se preocupe, estoy acostumbrado… ¿Entonces de qué se trata? ¿Adulterio? ¿Búsqueda de herederos? ¿Espionaje industrial?
Dos – Me gustaría… que encontrara a alguien para mí.
Uno – Muy bien… ¿Un amigo perdido? ¿Un amor de juventud? ¿Un hijo ilegítimo?
Dos – Más bien… un médico que aún admita nuevos pacientes.
Uno – Entiendo…
Dos – Sé que mi solicitud puede sorprenderle…
Uno – Usted es el tercero esta semana.
Dos – ¿Ah, sí…?
Uno – Lamentablemente, no hago milagros.
Dos – Lo entiendo. ¿Pero me permitirá al menos tener esperanza…?
Uno – Hoy en día, ya sabe, encontrar un médico para un paciente sano es más difícil que encontrar al amante de su esposa para un cornudo.
Dos – Me lo imagino. Pero he intentado de todo, créame. Incluso he consultado a una vidente.
Uno – Ya veo…
Dos – Ella me encontró un viejo médico en un pueblo de Extremadura. Estaba incluso dispuesto a mudarme allí.
Uno – ¿En Extremadura?
Dos – Sí, eso pensé yo también, era un poco radical, pero bueno… Ni siquiera tuve que tomar esa difícil decisión. Murió unos días después.
Uno – A veces los médicos también tienen una salud frágil.
Dos – Tenía 102 años.
Uno – Ah, ya veo…
Dos – Incluso hice una peregrinación a Lourdes, pero allí también…
Uno – Es un desierto médico…
Dos – Usted es mi última esperanza…
Uno – Es decir, hoy en día… para que un médico acepte un nuevo paciente, tiene que morir uno de sus propios pacientes antes que él.
Dos – Soy perfectamente consciente de eso.
Uno – Y para ocupar el lugar del difunto, también debe ser el primero en enterarse de su fallecimiento.
Dos – Eso es lo que entendí.
Uno – Lo cual, por cierto, no siempre es muy tranquilizador.
Dos – ¿Y por qué no?
Uno – Elegir a un médico cuyos pacientes caen como moscas…
Dos – Es verdad, no lo había pensado.
Uno – Si quiere, puedo recomendarle a un colega.
Dos – ¿Otro detective, quiere decir? Especializado más en medicina.
Uno – Pensaba más bien… en un asesino a sueldo.
Dos – No estoy seguro de entender…
Uno – Como le dije, para que se libere una plaza…
Dos – Tiene que morir un paciente.
Uno – Entonces, si es usted quien encarga la ejecución, por supuesto…
Dos – Seré el primero en enterarme de que se ha liberado una plaza…
Uno – Y al menos, en ese caso, la responsabilidad de la muerte de ese paciente no recaerá en su médico.
Dos – Lo que me permitiría tener la esperanza de que no es necesariamente un mal médico.
Uno – Eso es todo lo que puedo ofrecerle, desafortunadamente.
Dos – Voy a tomarme un tiempo para pensarlo.
Uno – No mucho, porque ya sabe… incluso los asesinos a sueldo están empezando a estar un poco ocupados. Al menos los más profesionales entre ellos.
Dos – Los más profesionales…?
Uno – Hay que elegir a alguien lo suficientemente discreto. No vaya a ser que termine usted en la cárcel por haber contratado un asesinato.
Dos – Aunque… en la cárcel, al menos, probablemente tendría un médico.
Uno – Eso, querido amigo, no está para nada garantizado.
Dos – Bueno… optaré por un asesino a sueldo… ¿Tiene a alguien de confianza que pueda recomendarme?
El otro le entrega una tarjeta de visita.
Dos – Domínguez y Domínguez, asesinos a sueldo graduados.
Uno – Por supuesto, supongo que esos tampoco son sus nombres reales.
Dos – Curiosamente, sí lo son.
Uno – Bien. Gracias, Doctor. Quiero decir, gracias, Señor Belmonte…
Dos – A su disposición…
Uno – Y por cierto… ¿no sabrá de casualidad de un buen dentista…? (El otro lo mira, pero no responde) De acuerdo…
Oscuro.
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