Cambio de decorado

Un sketch de Jean-Pierre Martinez

El haz de una linterna en la oscuridad. Luego, un segundo haz. El primero ilumina el rostro del segundo.
Él – ¡Ah, eres tú! Me has dado un susto…
Ella – Entonces, ¿todo bien?
Él – Sí, ya está, todo está en el camión.
Ella – ¿Salió todo bien?
Él – Lo de siempre.
Ella dirige la linterna hacia el público.
Ella – Así que, no había nadie…
Él – Con el ruido que hizo el perro cuando llegué… Si hubiera alguien en la casa, ya se habría despertado.
Ella – O, entonces, está muerto.
Él – No digas eso, no me des ideas. ¿Te imaginas? Entras en una casa de noche para robar y te encuentras con un cadáver…
Ella – Con la mala suerte que tengo últimamente, no me sorprendería demasiado.
Él – Sí… Lo vi en una película una vez. No recuerdo cómo se llamaba…
Ella – Me lo cuentas otro día. Y el perro… ¿Todo bien?
Él – Gracias por preocuparte de si me ha mordido o no…
Ella – ¿Te ha mordido?
Él – Me ha roto el pantalón. He tenido que dejarlo inconsciente…
Ella – Si no hay nadie, ¿podemos encender la luz, no?
Él – Adelante, las casas de alrededor están vacías. Son casi todas segundas residencias. Y sin contar a los que ya se han mudado.
Ella – Por los robos, seguramente.
Él – Si esto sigue así, solo quedarán casas vacías para robar en la región.
Ella enciende un interruptor, y se hace la luz. La ropa del hombre está en harapos.
Ella – Vaya, te ha dejado hecho un cristo. Pobrecillo… ¿No le habrás hecho demasiado daño?
Él – ¿Por qué? ¿Vas a hacer una denuncia a la protectora de animales?
Miran a su alrededor.
Ella – Has hecho una buena limpieza, ¿eh? No queda nada.
Él – Todo cabe en el camión.
Ella – ¿Cosas interesantes?
Él – Principalmente muebles. Figuritas. De mal gusto, la mayoría.
Ella – Ya veo…
Él – Típico estilo de nuevos ricos.
Ella – Es mejor ser un nuevo rico que un nuevo pobre.
Él – Pero había una caja fuerte.
Ella – ¿En serio?
Él – La abrí.
Ella – ¿Cuánto?
Él – Todo está en el camión. No he contado.
Ella – Lo veremos luego. No vamos a quedarnos mucho más aquí. ¿Has revisado las otras habitaciones?
Él – He vaciado todo. ¿Has venido con Manolo?
Ella – Me he echado una cabezada en el coche de camino, ni siquiera sé dónde estamos. (Mira a su alrededor otra vez.) Es increíble cómo una casa vacía puede parecerse tanto a otra.
Él – Sí…
Ella – ¿Estás seguro de que es la casa correcta?
Él – ¿Has visto la cruz abajo en la fachada? Manolo hizo el reconocimiento en la zona la semana pasada.
Ella – Sí… El tipo de cruz que indica objetos de valor, sin alarma, fácil de entrar…
Él – No se equivocó. Excepto con el perro. Seguro que estaba durmiendo cuando pasó.
Ella – Es extraño. Esta casa me resulta vagamente familiar…
Él – Gente que conoces, tal vez…
Ella – Tal vez…
Ella recoge algo del suelo.
Él – ¿Qué es eso?
Ella – Una factura de la luz.
Él – Se habrá caído de algún cajón.
Ella – Está a mi nombre…
Él – ¿No…?
Ella – Ya me lo parecía…
Él – ¿Quieres decir que…?
Ella – ¡Estamos en mi casa! No me lo puedo creer… ¡Habéis robado en mi casa!
Él – ¡¿Cómo iba yo a saberlo?! Había una cruz en la pared. ¿No le dijiste a Manolo dónde vivías?
Ella – No… ¿Y tú?
Él – Ni se me pasó por la cabeza…
Ella – Joder… Había una posibilidad entre mil…
Silencio.
Él – Bueno… Entonces la mudanza será más rápida…
Ella – No tenía intención de mudarme.
Él – Entonces, ¿qué hacemos?
Ella – ¿Qué quieres que hagamos? Solo nos queda volver a colocar los muebles en su sitio. Ya sabes, los muebles y las figuritas de mal gusto. Típico estilo de nuevos ricos…
Él – OK…
Ella – Y también me devuelves mi dinero. Quizá tenga suficiente para comprarme otra caja fuerte con él. Ahora que has roto la mía…
Él – No te preocupes, no has perdido gran cosa. Era una baratija. Me la ventilé en cinco minutos…
Ella – Esto es increíble. Espero que el perro, al menos, esté bien…
Él – ¿Todavía te preocupas por ese maldito perro?
Ella – ¡Es mío! ¡Es mi perro al que has dejado inconsciente!
Él – Ah, sí, es verdad, perdona… Bueno, estará bien.
Ella – Sí… Estaba tumbado delante de su caseta cuando pasé. Me preguntaba por qué no había ladrado al verme.
Él – Reconoció a su dueña, claro.
Ella – Sí… Y yo ni siquiera reconocí mi propia casa…
Él – Y luego dicen que los animales son menos inteligentes que nosotros.
Ella – Bueno, al trabajo. Que todavía tenemos faena, ¿eh…?
Él – Si no, declaras el robo, y el seguro te lo reembolsa todo.
Ella – ¿Tú crees?
Él – Nos deshacemos de todo este lío, si logramos venderlo a alguien. Y aprovechas para cambiar la decoración…
Ella – Sí… Así evitamos otro cambio de decorado al director de escena.
Él – ¿Salimos por el patio o por el jardín?
Salen.
Negro.


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Sketch extraído de la recopilación Dramedias
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https://jeanpierremartinez.net

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