Un sketch de Jean-Pierre Martinez
Una pareja. Cuatro sillas. Están sentados.
Ella – ¿Todo bien?
Él – Todo bien… ¿Y tú?
Ella – Todo bien… (Pausa) ¿Quieres tomar algo?
Él – ¿Qué?
Ella – ¿Un aperitivo? ¿Unas cacahuetes?
Él – No, gracias, estoy bien.
Pausa.
Ella – Se está bien aquí, ¿verdad?
Él – ¿Aquí?
Ella – En esta casa.
Él – Sí… (Pausa) Pero no es nuestra casa.
Ella – Ah, ¿no?
Él – No.
Ella – Es verdad.
Él – ¿Es una casa o un piso?
Ella – Un piso, creo. No lo sé.
Pausa.
Él – ¿Te acuerdas dónde está nuestra casa?
Ella – ¿Nuestra casa?
Él – ¡Nuestra verdadera casa! ¡La nuestra!
Ella – No… ¿Y tú?
Él – Yo tampoco. Ni siquiera recuerdo cómo era.
Ella – Nos hemos mudado tantas veces.
Él – Es cierto. Nos mudamos mucho.
Ella – Sí. Cada vez más.
Él – Deberíamos intentar recordar.
Ella – ¿Recordar qué?
Él – Dónde vivimos.
Ella – Todas las casas se parecen un poco.
Él – Incluso cuando es un piso.
Ella – Hay habitaciones. Un comedor. Una cocina.
Él – En la cocina hay un frigorífico, una estufa, una mesa, cajones…
Ella – En los cajones hay tenedores, cuchillos, cucharillas.
Él – En las habitaciones hay niños. A veces…
Ella – Cuando no hay, es porque ya se han ido. A otra casa.
Pausa.
Él – ¿Crees que algún día volverán?
Ella – ¿Los niños?
Él – ¡Los propietarios!
Ella – Vete tú a saber… ¿Cuánto tiempo llevamos aquí?
Él – No sé… Bastante tiempo, ¿no?
Ella – Sí.
Él – Siempre tengo miedo de que llamen a la puerta y que sean ellos.
Ella – ¿Los niños?
Él – ¡Los que viven aquí! Los verdaderos propietarios…
Ella – Ah, claro…
Él – ¿Tú no?
Ella – Sí. Además, me pregunto si funciona.
Él – ¿Qué?
Ella – ¡El timbre! Nunca lo hemos oído.
Él – De todas formas, cuando los que viven aquí regresen, no van a llamar.
Ella – ¿Por qué no?
Él – ¡Es su casa! Tendrán la llave.
Ella – Claro.
Él – Cuando la gente vuelve a su casa, no llama. No tienen ninguna razón para pensar que hay alguien dentro cuando ellos no están.
Ella – Es verdad… ¿Nosotros tenemos la llave?
Él – No sé. ¿Tú tienes la llave?
Ella – No.
Él – Yo tampoco.
Ella – Entonces, ¿cómo entramos aquí?
Él – No me acuerdo.
Ella – Quizás nos abrieron la puerta.
Él – ¿Quién nos iba a abrir la puerta?
Ella – ¿Los propietarios?
Él – ¡Pero si estamos solos en este piso!
Ella – ¿Desde cuándo?
Él – No lo sé…
Pausa.
Ella – Seguramente por eso nunca salimos. No podríamos volver a entrar.
Él – No. Porque no tenemos la llave.
Suena el timbre. Se miran, inquietos.
Ella – ¿Crees que son ellos?
Él – Dijimos que si fueran ellos, no llamarían.
Ella – Entonces, ¿quién será?
Él – Vete tú a saber…
Ella – ¿Qué hacemos?
Él – Habrá que abrir, ¿no?
Ella – ¿Tú crees?
Él – Han visto la luz. Saben que estamos aquí.
Ella – Esta vez sí que sí… Estamos acabados…
Él – Vamos a tener que mudarnos otra vez.
Ella – ¿Pero a dónde vamos a ir?
Él – Voy a hacer nuestra maleta.
Ella – ¿Tenemos una maleta?
Él – Todo el mundo tiene una maleta en casa, ¿no?
Ella – Voy a abrirles…
Él – ¿Qué les vas a decir?
Ella – No lo sé…
Él – Habrá que decirles algo, para explicar por qué estamos aquí. En su casa.
Ella – Quizás vuelvan de vacaciones.
Él – Voy a ver si tenemos una maleta.
Ella sale. Él también sale. Ella regresa con otra pareja. Juan lleva una botella en la mano, y Cristina un ramo de flores. Él vuelve con una maleta.
Ella – Son Juan y Cristina.
Él – Ah, hola…
Juan – Hola. ¿Qué tal?
Él – Bien, ¿y vosotros?
Cristina – Genial. ¿Os vais de vacaciones?
Él – No, ¿por qué?
Juan – Como tienes una maleta en la mano…
Él – Ah, sí, no, es que… Me disponía a guardarla. Ya sabes cómo es esto de las maletas, uno nunca sabe dónde ponerlas.
Ella – Y una maleta vacía ocupa tanto espacio como una llena.
Cristina – Sí. Pero pesa menos.
Juan – Es cierto. Deberíamos irnos de vacaciones con maletas vacías. Viajaríamos más ligeros.
Los cuatro ríen un poco forzados.
Cristina – Entonces, ¿qué tal?
Él – Bien.
Juan – Mirad, he traído champán para celebrarlo.
Él – ¿Celebrar qué?
Juan se ríe a carcajadas.
Juan – ¿Celebrar qué? Siempre tienes el comentario justo, ¿eh?
Cristina – ¡Es gracioso! Yo he traído flores.
Ella – Ah, sí, eso también está bien.
Él – Voy a buscar copas.
Ella – ¿Crees que tenemos?
Juan – Bueno… ¡No vamos a beber este champán de la botella!
Ella – ¡Por supuesto…!
Ríen de nuevo.
Cristina – ¡Qué graciosa eres!
Ella – Y yo voy a buscar un jarrón. Para las flores.
Cristina – ¿Queréis que os ayudemos?
Él – ¡Ni pensarlo!
Ella – Pero sentaos, por favor.
Él – Poneos cómodos, como en casa.
Ellos dos salen.
Juan (sonriendo) – Qué graciosos son…
Cristina – Sí…
Juan – No han cambiado. Siguen siendo tan…
Cristina – ¿Tú crees?
Juan – ¿Qué?
Cristina – Que no han cambiado.
Juan – Ahora que lo dices, es verdad que…
Cristina – No, pero no se parecen en nada a…
Juan – Sí, un poco sí…
Cristina – Pues…
Juan – Y ya sabes, la gente… Cambia…
Cristina – No tanto… No en una semana…
Juan – ¿Fue hace una semana?
Cristina – Fue la semana pasada. La última vez que los vimos.
Juan – Es verdad que han cambiado mucho.
Pausa.
Cristina – O, a lo mejor, no son ellos.
Juan – ¿No son ellos? Pero, ¿qué harían aquí? Si no es su casa…
Pausa.
Cristina – ¿Tú crees que podríamos habernos equivocado de puerta?
Juan – No creo… Además, ellos parecen conocernos, ¿no? Si nos conocen, es que nosotros los conocemos también.
Cristina – Sí, claro…
Él regresa.
Él – Lo siento mucho, no he encontrado las copas de champán.
Cristina – Ah, los hombres…
Juan – Solo tienes que preguntar a tu mujer.
Ella también regresa.
Él – ¿Sabes dónde están las copas de champán, cariño?
Ella – No… Quizás no haya…
Cristina – ¿Cómo? ¿No tenéis copas de champán? Todo el mundo tiene copas de champán, ¿no?
Juan – No importa. Vamos a beberlo en vasos, este champán.
Cristina – Tenéis vasos de vino, ¿verdad?
Ellos no parecen seguros.
Él – No he visto nada…
Ella – Tampoco he encontrado un jarrón.
Cristina – Tazas, al menos. En una cocina…
Ella – No he encontrado la cocina.
Momento incómodo.
Juan – Bueno… ¿Sabéis qué? Vamos a beber este champán a morro. Como los rusos.
Cristina – ¿Los rusos beben champán a morro?
Juan – Los cosacos, seguro. Sin siquiera bajarse del caballo.
Ella – Mientras tanto, sentaos, por favor.
Se sientan los cuatro. Sonrisas. Silencio incómodo.
Él – Y los niños, ¿cómo están? (Juan y Cristina, que visiblemente no tienen hijos, se miran perplejos.) No, quería decir, los niños en general. No especialmente los vuestros. Si no tenéis…
Silencio incómodo.
Ella – Voy a ver si encuentro cacahuetes…
Sale.
Él – En cualquier caso, está bien que hayáis pasado a vernos.
Cristina – Somos amigos, ¿no?
Él – Claro.
Juan y Cristina intercambian una mirada incómoda. Cristina le indica a Juan que pregunte.
Juan – Mi pregunta te va a parecer tonta, pero… ¿vosotros realmente vivís aquí?
Él – ¿Por qué preguntas eso?
Cristina – Pues… Nuestros amigos que viven aquí no se parecen en nada a vosotros.
Juan – De hecho, la última vez que vinimos, no se parecían en absoluto a vosotros…
Ella regresa.
Ella – ¡Ya está, encontré los cacahuetes!
Cristina – ¿Encontraste la cocina…?
Ella – Incluso encontré unos vasos.
Juan – ¡Entonces podemos tomar el aperitivo!
Cristina – ¡Vamos…!
Juan destapa la botella y llena los vasos. Brindan.
Juan – ¡A vuestra salud!
Él – ¡Por la amistad!
Beben.
Ella – Tomad cacahuetes.
Comen cacahuetes.
Cristina – Nunca me he atrevido a preguntar, pero…
Él – ¿Sí…?
Cristina – ¿Dónde os conocisteis vosotros dos? (Silencio incómodo) Perdón por haber sido tan indiscreta. No sé qué me ha pasado…
Ella – No, no, en absoluto, es solo que…
Él – Ya no lo recordamos muy bien.
Cristina – ¿No lo recordáis?
Juan – ¿No recordáis dónde os conocisteis?
Pausa.
Ella – Yo diría que aquí, ¿no?
Cristina – ¿Aquí?
Ella – Un día nos dimos cuenta de que vivíamos en el mismo piso.
Él – Sí, es curioso… Creo que así fue como pasó.
Ella – Hace ya un tiempo, claro.
Él – Sí… Una semana, quizás.
Ella – Sí, eso es, hace una semana más o menos.
Cristina – Ah, bueno, vaya…
Él – ¿Y vosotros?
Juan – ¿Nosotros?
Ella – ¿Os conocéis desde hace mucho?
Cristina – No, no mucho…
Juan – Diría que… Sí, no hace mucho.
Cristina – Nos conocimos en el portal del edificio, abajo.
Juan – Yo llevaba una botella de champán en la mano.
Cristina – Y yo un ramo de flores.
Juan – Pensamos que íbamos seguramente al mismo sitio.
Cristina – Como yo no tenía el código…
Juan – Yo tampoco. Toqué varios timbres al azar. Vosotros fuisteis los primeros en abrirnos la puerta.
Cristina – Como él parecía saber a dónde iba, le seguí.
Él – Ah, sí…
Ella – Sí, es… una bonita historia.
Él – Muy romántica.
Ella – Verás que acabará en boda.
Juan y Cristina intercambian una mirada incómoda.
Juan – Entonces, si lo entiendo bien, aquí nadie se conoce realmente.
Ella – Al parecer, no…
Cristina – Y nadie tiene nada que hacer en esta casa.
Él – Aparentemente, no…
Juan – Entonces, ¿de quién es esta casa?
Silencio.
Cristina – ¿Queréis un poco más de champán?
Ella – Gracias, pero ya es tarde. Quizás deberíamos dejaros.
Él – En cualquier caso, gracias por vuestra hospitalidad.
Juan – No hay de qué, por favor.
(Él toma la maleta y se dirige con ella hacia la salida.)
Cristina – ¿Os acompaño?
Ella – No os molestéis, conocemos el camino.
Juan – ¿Queréis que os ayude con la maleta?
Él – No… No pesa nada… Está vacía.
Cristina – Bueno… ¡Hasta otra vez, entonces!
Juan – ¡Y gracias por la visita!
Salen. Juan y Cristina se vuelven a sentar. Silencio.
Cristina – ¿Todo bien?
Juan – Todo bien… ¿Y tú?
Cristina – Todo bien… (Pausa) ¿Quieres tomar algo más?
Juan – No, gracias. Estoy bien.
Cristina – ¿Unas cacahuetes?
Juan toma un puñado de cacahuetes y comienza a masticarlos.
Cristina – Se está bien aquí, ¿verdad?
Juan – Sí… (Pausa) Pero esta no es nuestra casa.
Cristina – Es cierto.
Juan – ¿Es una casa o un piso?
Cristina – Un piso, creo.
Negro.
Aquellos textos los ofrece gratuitamente el autor para la lectura. Sin embargo cualquier representación pública, sea profesional o aficionada (incluso gratuita), debe ser autorizada por la Sociedad de Autores encargada de percibir los derechos del autor en el país de representación de la obra. En España SGAE, en Argentina ARGENTORES, en Uruguay AGADU, en México SOGEM.
Contactar con el autor : FORMULARIO DE CONTACTO
Sketch extraído de la recopilación Dramedias
Enlace a la recopilación para comprarla o descargarla gratuitamente (PDF).

Encuentra todas las obras de teatro de Jean-Pierre Martinez en su sitio web:
https://jeanpierremartinez.net