Último sacramento

Un sketch de Jean-Pierre Martinez

Un hombre está sentado en su cama. Mira al vacío. Llega una mujer vestida de sacerdote.
Mujer – Buenos días, hijo mío.
Hombre (apenas sorprendido) – Buenos días, padre…
Mujer – Soy la capellana de este hospital.
Hombre – Hola, padre.
Mujer – Vine enseguida cuando me llamó.
Hombre – ¿Está segura de que fui yo quien le llamó?
Mujer – Alguien me dijo que viniera a verle. Tenía un ligero acento rumano.
Hombre – Ah, sí… Es mi cirujana…
Mujer – Parece que era algo urgente. Pero si cree que no está listo, puedo volver más tarde.
Hombre – No, no, por favor. Además, así estará hecho. Por si acaso. Bueno, no sé cuánto tiempo es válido…
Mujer – ¿Válido?
Hombre – Quiero decir la extremaunción. Si no morimos de inmediato, ¿cuánto tiempo es válida después? ¿Tres meses, imagino? Como un certificado médico.
Mujer – La verdad es que… Nunca me habían hecho esa pregunta. Y como todavía no se ha presentado ese caso para mí…
Hombre – ¿Quieres decir que ninguno de sus feligreses ha sobrevivido después de recibir la extremaunción?
Mujer – Bueno, es que… En efecto…
Hombre – ¿Y está segura de que soy católico?
Mujer – Vaya… Debo admitir que nunca he pensado en exigir un certificado de bautismo en este tipo de circunstancias. No puedo imaginar a un moribundo mintiendo sobre su religión para obtener una extremaunción de último minuto. ¿No está seguro de ser católico, hijo mío?
Hombre – Tampoco recuerdo ser judío o musulmán. Y como no estoy circuncidado. ¿Está segura de que no estoy circuncidado?
Mujer – ¡Dios mío…
Hombre – Disculpe, la incomodo con todas mis preguntas. Pero sabe, no tengo mucha experiencia en esto. Es mi primera extremaunción…
Mujer – Sí, lo entiendo… ¿Al menos quieres confesarse, hijo mío?
Hombre – No sé, es… ¿Es obligatorio?
Mujer – Digamos que es altamente recomendable. Por la salvación de su alma.
Hombre – Bueno… Después de todo, ¿qué riesgo tengo?
Mujer – Lo escucho, hijo mío.
El hombre reflexiona, luego la mira como si la descubriera.
Hombre – Debo admitir que…
Mujer – Sí.
Hombre – Es un poco embarazoso.
Mujer – ¿Y por qué eso, hijo mío?
Hombre – Se parece tanto a mi esposa.
Mujer – Ya veo…
Hombre – Comprenderá que para un hombre casado, tener la impresión de que su confesor se parece a su esposa…
Mujer – Tranquilo, hijo mío. Incluso si yo fuera su esposa, estaría obligada por el secreto de la confesión…
Hombre – Bueno… Pero, no sé muy bien por dónde empezar…
Mujer – Puede empezar por el final.
Hombre – Es muy difícil confesarse cuando se ha perdido la memoria, ya sabe…
Mujer – ¿Al menos se siente culpable, hijo mío? Sería un comienzo…
Hombre – No lo sé… ¿Se sigue siendo culpable cuando se ha perdido incluso el recuerdo de sus pecados?
Mujer – ¿Realmente no recuerda nada?
Hombre – Ni siquiera recuerdo dónde estacioné mi auto.
Mujer – Dado que no está en condiciones de confesar sus pecados, le doy de todos modos la absolución. Por el beneficio de la duda…
Hombre – Gracias por confiar en mí, padre. Intentaré no decepcionarle.
Mujer – Pero no olvide regularizar su situación tan pronto como pueda.
Hombre – Lo prometo.
Ella lo bendice con la señal de la cruz.
Mujer – En el nombre del padre, de la madre y del hijo.
Hombre – Amén.
Negro.


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Sketch extraído de la recopilación Ni siquiera muerto
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Ni siquiera muerto

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https://jeanpierremartinez.net

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