Lola

Un sketch de Jean-Pierre Martinez

Un personaje está sentado a una mesa. Otro llega, con gafas de sol, y se dirige a él.
Uno – Volverán las oscuras golondrinas
Dos – En tu ventana sus nidos a colgar…
Uno – Está bien. Pero no es ventana, es balcón.
Dos – ¿Perdón?
Uno – En tu balcón sus nidos a colgar
Dos – Ah, sí…
Uno – Siéntese.
El otro se sienta.
Dos – De todos modos, es un poco tonto como contraseña.
Uno – ¿Y por qué?
Dos – Todo el mundo conoce la segunda parte.
Uno – Al parecer, usted no…
Dos – Perdón, no sabía que los asesinos a sueldo eran tan exigentes con la poesía de Lorca.
Uno – Es de Bécquer.
Dos – De acuerdo…
Uno – Le escucho.
Dos – Quisiera hacer desaparecer a alguien.
Uno – Sí, en general, para eso me llaman… ¿Cómo se llama esa persona?
Dos – Lola.
Uno – ¿Lola?
Dos – Es una perra.
Uno – Bueno, eso no es asunto mío…
Dos – No, quiero decir que… es realmente una perra.
Uno – ¿Una perra? ¿Quiere decir un animal?
Dos – Sí. Una perra. La hembra del perro.
El otro se levanta para irse.
Uno – Lo siento, pero tenemos cierta ética en nuestro trabajo. Nunca matamos animales.
Dos – Espere… Le ofrezco el doble.
Intrigado, el otro se sienta de nuevo.
Uno – ¿Por qué quiere matarla, para empezar?
Dos – Si la conociera, no diría esa pobre criatura, créame.
Uno – Cuénteme…
Dos – Era la perra de mi esposa.
Uno – ¿Era?
Dos – Ella murió.
Uno – ¿La perra?
Dos – ¡Mi esposa!
Uno – Lo siento.
Dos – No lo sienta… Fui yo quien la mató.
Uno – Y… ¿por qué, si se puede saber?
Dos – En realidad… fue más bien un accidente.
Uno – ¿Un homicidio involuntario, quiere decir?
Dos – Digamos… un acto fallido.
Uno – Entiendo.
Dos – Estábamos los tres caminando al borde de un acantilado y…
Uno – ¿Los tres?
Dos – Con Lola.
Uno – Ah, claro…
Dos – La empujé un poco, accidentalmente, ella resbaló y se estrelló abajo.
Uno – ¿Y la policía no lo molestó?
Dos – La policía, no. Pero Lola vio todo. Y desde entonces…
Uno – ¿Qué?
Dos – Me mira.
Uno – ¿Lo mira?
Dos – Con una mirada acusadora.
Uno – Entiendo.
Dos – ¿Conoce ese episodio de la Biblia? El ojo estaba en la tumba y miraba a Caín.
Uno – Me suena vagamente. Aunque, ya sabe, en mi trabajo la Biblia no es precisamente mi libro de cabecera.
Dos – Pues para mí es Lola. Todo el día, me clava la mirada. Se ha vuelto insoportable.
Uno – Entiendo.
Dos – No creo que pueda entenderlo. Si esto sigue, acabaré haciendo una tontería.
Uno – Podría deshacerse de ella usted mismo. Al fin y al cabo, mató a su esposa.
Dos – Sí, pero tengo miedo.
Uno – ¿Miedo?
Dos – Hay algo sobrenatural en todo esto, se lo aseguro. No es solo un animal. Es…
Uno – ¿Qué?
Dos – Esa mirada… La mirada de Lola… Es la de mi esposa.
Pausa.
Uno – Me ha conseguido dar escalofríos, también a mí. Y, con el trabajo que hago, créame que he visto de todo…
Dos – Deshágase de Lola, se lo ruego.
Uno – Lo siento de verdad, pero… No me dedico a la reencarnación.
Dos – ¿Entonces qué será de mí?
Uno – No sé… ¿Un perro?
Se levanta y se va. El otro se queda en silencio un momento.
Dos – ¿Un perro…? Guau… Guau, guau…
Negro.


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Sketch extraído de la recopilación Asesinos de bromas
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Asesinos de bromas

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