Un sketch de Jean-Pierre Martinez
Lo que parece un jardín, que podría ser un Edén. Eva está allí. Llega Albán. Pueden estar vestidos como Adán, o no. Él da unas vueltas alrededor de ella, dudando antes de tenderle la mano.
Albán – Hola, me llamo Albán.
Ella le da la mano.
Eva – Eva.
Un silencio.
Albán – ¿Follas?
Eva – No sé…
Albán – ¿No sabes cómo se hace?
Eva – También eso, sí.
Albán – Bueno, yo tampoco. Eres la primera mujer que conozco.
Eva – Para mí también… Eres el primero…
Albán – Bueno, cuando digo la primera mujer, debería decir más bien la primera persona.
Eva – ¿La primera persona?
Albán – No sabía que sería una mujer.
Eva – Ya…
Albán – Entonces…
Eva – Estoy un poco indecisa.
Albán – ¿Indecisa?
Eva – ¿Te das cuenta de lo que estamos a punto de desencadenar?
Albán – No…
Eva – Podría ser el comienzo de algo que no controlaremos en absoluto.
Albán – ¿El comienzo de…?
Eva – Una reacción en cadena.
Albán – ¿Algo atómico, dices?
Eva – Podría dar lugar a toda una historia.
Albán – ¿Qué historia?
Eva – ¡La de la humanidad! Nuestro hijo sería el inicio de una interminable línea de descendencia.
Albán – Yo solo hablaba de echar un polvo.
Eva – Miles y miles de humanos que tendrán que trabajar para ganarse el pan con el sudor de su frente. Porque aquí, entre nosotros, apenas hay suficiente para dos.
Albán – Y eso… Sobretodo ensalada y manzanas.
Eva – Así que, evidentemente, tendrán que ponerse a trabajar, todos esos bastardos. A trabajar la tierra.
Albán – Eso seguro.
Eva – Y luego, pelearán entre ellos para poseerla, esa tierra.
Albán – No es imposible.
Eva – Una larga línea de cabroncetes que se masacrarán alegremente durante siglos y siglos.
Albán – Sí…
Eva – Y, por supuesto, ellos también empezarán a fornicar. A multiplicarse. A proliferar, una y otra vez.
Albán – Está claro.
Eva – Y acabarán destruyendo este pequeño rincón de paraíso con sus desechos, sus pedos, sus eructos, y sus gases de efecto invernadero.
Albán – Visto así, claro… No es muy excitante.
Eva – No, la verdad.
Albán – ¿Y estás segura de…?
Eva – Pues sí.
Albán – Bueno…
Eva – Vamos a engendrar generaciones y generaciones de hijos con problemas de Edipo con sus padres. ¡Y que, cada noche, soñarán con una sola cosa: matarlos! Hasta que algunos lo lleven a cabo.
Albán – Ah, ya… Entonces, ¿qué hacemos?
Eva – Creo que voy a pensarlo un poco más.
Albán – Bueno, pues… Avísame… (Se dispone a marcharse) Si no… puedo tener cuidado.
Eva – Cuidado… Eso dicen todos…
Albán – ¿Todos?
Eva – ¿No crees que realmente eres el primero, verdad?
Albán – No, claro, pero… Al mismo tiempo, solo somos dos.
Eva – ¿Ah, sí?
Albán – Pues sí… Albán y Eva…
Eva – Ya veo… Entonces, ¿eras tú?
Albán – ¿Yo?
Eva – La última vez. Ya eras tú…
Albán – Sí, al parecer.
Eva – No me dejó gran recuerdo.
Albán – En cierto sentido, mejor así…
Eva – ¿Tú crees?
Albán – No, quiero decir, que no te haya dejado un mal recuerdo… Por lo que decías antes… Nuestro primer hijo, todo eso… Y los miles de descendientes que seguirían.
Eva – Es verdad que da miedo.
Albán – Sí.
Eva – ¿Quieres una manzana mientras tanto?
Negro.
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Sketch extraído de la recopilación Albán y Eva
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